Ingresé al liceo Militar Gran Mariscal de Ayacucho en el año 1974. Un día, mi tío, el profesor Manuel Marcano Acosta, qepd, quien se desempeñaba como Jefe del Departamento De Castellano e Idiomas, me propuso hacer una suplencia a la profesora Clara Laurens de Domínguez, quien estaría en licencia pre y post natal durante tres meses. Primero lo dudé, pues apenas estaba iniciando mi segundo semestre en el Pedagógico de Caracas. Tenía apenas 19 años… y sería una gran responsabilidad por mi inexperiencia docente. Lo pensé y tomé la decisión de aceptar. Gran decisión, por el sinnúmero de experiencias maravillosas que en esta insigne casa de estudios me tocó vivir. Comencé un 7 de enero de 1974, después de las vacaciones decembrinas, y así, bajo la constante supervisión de mi tío, en lo que a recaudos y actitudes docentes se refiere, y al de otras personas quienes viendo mi juventud pues se convirtieron en mis instructores y ángeles guardianes para que todo o casi todo me saliera bien.
Ahí aparece Mayela Palacios, en el Departamento de Evaluación, con ella aprendí a elaborar exámenes y otros instrumentos de evaluación como Listas de Cotejo y Escalas de Estimación, por citar a algunos; la profesora Aura Ojeda, qepd, quien se encargaba de modelar la forma de vestirme, hasta que aprendí y me acogí a las normas de la vestimenta. Y como ellas hubo otras; La profesora Ivonne de Vargas, a quien debo muchos aprendizajes por el maravilloso ser humano que es, aún soy su fan; María Ajó de Melis, qepd, quien me enseñó su elegante forma de vestir. Y así, tantos otros, como mi hermano Héctor Issa, el ser humano más honesto y sincero que he conocido en mi vida. Elemar Camero, otra gran persona, y excelente profesional, quien aún despierta mi admiración y a la que debo mucho de lo que soy como persona en mi proceso de maduración en el liceo. Sí, tuve grandes personas que me hicieron crecer.
Hoy, tengo 66 años y puedo decir que el liceo marcó tanto mi vida profesional como personal. Mis conocimientos en la asignatura eran muy sólidos, aunque estaba empezando mi carrera docente, pero debía pulir ciertas actitudes, propias de mi juventud, y para eso tuve muy buenas Guías que formaron mi posterior carácter tanto personal como profesional.
Finalizada la suplencia de la profesora Clara Laurens, también salió de licencia pre y post natal la profesora Sulbey Naranjo de Adarmes, y nuevamente fui designada como suplente de dicha docente, quien dio fe de mi preparación académica. En ese momento tuve la oportunidad de conocer muy bien a la Profesora Clara Laurens con la cual establecí una relación que perdura actualmente. Cada vez me pulía más y más en este instituto, que finalmente me formó como la profesional que soy. Finalmente, la profesora Sulbey no regresó por cuestiones personales y fui designada como profesora titular. Ya era 1975. Aunque me correspondió desarrollarme en todos los niveles, siempre me gustó trabajar más con los pequeños de Primer año, y tenía una que otra sección de segundo, cuarto y quinto año. Así que mi mayor interés era trabajar con los nuevos de primer año. Enseñando los temas de ortografía, caligrafía, lectura, análisis de las oraciones… En fin, la formación básica de los alumnos era mi fuerte. Con mis estudiantes mantuve una relación muy profesional, pero afectiva. Siempre los respeté, los apoyé en todo lo que podía, los regañaba cuando era necesario, pero también les hacía sentir mi afecto casi maternal, por lo que muchas lágrimas fueron enjugadas por mí. Igual con sus representantes, mi relación fue de respeto, con firmeza, y muy afectiva. De hecho, los ahijados de la Promoción XXV, cuando ingresaron a segundo año, escogieron al profesor Héctor Issa, y a mí, como sus Padrinos, decisión que fue confirmada cuando llegaron a cuarto año. Y así fueron mis pininos en el Liceo Militar Gran Mariscal de Ayacucho.
Me desempeñé en el liceo durante 20 años (1975-1995). Fui docente en la Cátedra de Castellano y Literatura en primero, segundo, tercero, cuarto y quinto año. Fui Profesora Guía en casi todos los 20 años de mi permanencia en la institución.
El Liceo Militar Gran Mariscal de Ayacucho fue mi escuela de formación a la par del Pedagógico de Caracas. En una, ponía en práctica lo que aprendía en la otra. Y así transcurrió mi estadía en un ambiente de mucha cordialidad entre el personal docente, militar, administrativo y obrero. Respeto, unión, solidaridad, disciplina y mucho afecto.
Considero que obtuve excelentes resultados de mis alumnos, junto al magnífico equipo de militares y otros docentes con los que trabajé. ¡Juntos sembramos muy buena semilla, cuyos frutos hoy, aquí, allá, y más allá, lo demuestran!
Estoy orgullosa de haber pertenecido a esa institución de la cual guardo los más agradables recuerdos. En ella formé un gran círculo de amigos, hoy hermanos de la vida, quienes estarán en mi corazón por siempre al igual que mis exalumnos. De paso, los que no lo fueron por haber estado en años anteriores, y gracias a los recientes reencuentros, ya ocupan uno, como el único y grandioso caballero Helly Tineo, por citar a alguno.
Anécdotas hay muchas. Las Convivencias Decembrinas, competencias en las cuales cada Profesor Guía organizaba su espacio asignado en el patio central, y los representantes se esmeraban en aportar comidas, postres, adornos y regalos que hicieran deslumbrar su mesa para así resultar ganadores en la premiación final; las Patinatas, los Conjuntos de Gaitas, las Competencias Académicas entre Liceos Militares, y ni hablar de los Juegos Deportivos Inter Liceos Militares. ¿Vivencias? ¡Muchas e inolvidables!
Mi mensaje final para ahijados, exalumnos, y alumnos que actualmente pertenecen al Liceo Militar Gran Mariscal de Ayacucho, “siéntanse orgullosos de estar ligados al liceo”. Lo que allí vivieron, viven, y vivirán, fue, es, y será, único, y si hay algo malo, bórrenlo de sus mentes, porque lo bueno les aseguro que fue, es, y será, mayor. ¡De eso se darán cuenta en el transcurrir de sus vidas donde quiera que se encuentren!
Prof. Avelina Milano