Hace 50 años nos graduamos en nuestro Liceo Militar y al volver la vista atrás, como dice el poeta Antonio Machado, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Estas son nuestras reflexiones después de 50 años de estelas en la mar. A lo largo de este medio siglo hemos navegado numerosos mares y océanos, hemos emigrado dos veces, hemos viajado a más de 50 países y recordamos cómo comenzó todo esto de explorar, investigar, descubrir, aprender y educar.
En nuestros años en el Liceo Militar tuvimos muchas oportunidades para explorar más allá de lo normal. Al comenzar a ser parte del periódico de la XIII promoción “Centinela”, ser actor en el teatro, y participar en muchas actividades y proyectos “científicos”, nos ganamos la confianza de profesores y oficiales. Nos dieron las llaves de laboratorios, el teatro, la capilla, la biblioteca, la central telefónica para poner música en el comedor durante los almuerzos, y hasta la reja de la torre donde me tomé mi primer “selfie” a color. Convertimos el depósito de maletas en la oficina del Centinela y cada semana era normal inventar algo nuevo que hacer. Los viajes en autobús al Campo de Carabobo o en el viejo avión C-123 a Cumaná despertaron mi interés por conocer el mundo y navegar sus mares. Al ganar el concurso del afiche acerca de la conservación de los recursos naturales, el premio fue el “Shock del Futuro” de Alvin Toffer.
Pienso que leerlo me ayudó a “procesar” el “exceso de información” y avances tecnológicos que me han servido hasta nuestros días. Toda esta combinación de experiencias junto a mis compañeros y amigos cercanos, marcaron la ruta que me ha llevado hasta el sol de hoy a seguir explorando nuevas oportunidades. Ya llegamos y pasamos al shock del futuro.
El tiempo en nuestra Armada fue muy útil, no solo para servir a Venezuela, sino para viajar a otros países, conocer otras culturas, y estudiar en los EEUU. Al llegar a Capitán de Corbeta, pensé que mi misión inicial ya la había cumplido y quería explorar otros horizontes. Emigrar a otro país no es nada fácil, ya que hay que dejar atrás muchas estelas en la mar. Hay que navegar en aguas desconocidas y convertirte en uno más de la nueva sociedad. Más de uno me ha dicho que soy muy “gringo”. Pues sí. Más de 25 años de vida profesional en los EEUU, me permitió, no solo vivir y trabajar, sino explorarlo de costa a costa, ser voluntario en los Boy Scouts de América, y ser uno más de una sociedad muy compleja. Aún desde adentro es muy difícil entender el “sueño americano”. Un paro cardiaco repentino en un campamento de verano fue el aviso para dejar de ser “workaholic” y vivir más haciendo menos. Empezamos a viajar más, trabajar y acumular menos, acercarnos mucho más a Dios, y ampliar nuestras aventuras a otros temas y continentes.
Luego de explorar Europa en vacaciones, descubrí que, al ser descendiente de judíos sefardies expulsados de España, tenía derecho a ser Español. Lepervanche Valencia, o Semah de Valencia como era el apellido original, regresó a Valencia, España más de 500 años después de la expulsión de los judíos en 1492. La investigación de las rutas de nuestra familia desde España, a Holanda, Curazao y Venezuela y la falta de información de las juderías de España y Portugal y las rutas terrestres y maritimas desde la expulsión, me llevó a integrar los
conocimientos de Sistemas de Información Geográficos con el Turismo Cultural Internacional para empezar a geolocalizar juderías y cementerios judíos y descubrir mapas y cartas náuticas de las rutas de nuestros antepasados sefardíes. A la fecha, se han geolocalizado a más de 200 juderías en España y Portugal y se han producido Story Maps, blogs, y videos para divulgar lo que se ha encontrado. Hemos ampliado esta investigación a otras áreas como iglesias, ermitas, puertos, ríos, y rutas marítimas. y las hemos incorporado a nuestros Global Story Maps para darlos a conocer gracias a los mapas digitales. Los invitamos a seguir nuestro websites y redes sociales para que puedan seguir nuestras nuevas aventuras. La vida es una aventura de aprendizaje continuo y aún nos queda mucho por explorar, investigar, descubrir, aprender y enseñar.
Las experiencias y enseñanzas del Liceo Militar fueron la base formativa integral que nos ha permitido seguir con aquello de inventar algo nuevo que hacer. Durante todos estos años hemos hecho camino al andar y navegado en aguas desconocidas. Hemos aprendido a convivir en otras latitudes, idiomas y culturas, respetando las diferencias y adaptándonos a los cambios. Nuestro hogar ha sido donde nuestro corazón ha estado y seguimos ajustando nuestras velas con la guía de Dios para hacer este un mundo mejor. 50 años después, tenemos que seguir dejando estelas en la mar.