Confieso que nunca lo entendí, ver un resultado conductual de tan exitosa factura.
Solo estuve dos años y medio, yo joven, ellos niños y niñas, yo militarmente formado para obedecer, ellos sólo imitando los rituales del mundo militar, yo desconcertado, ellos llenos de sueños, yo queriendo ser muy señor, ellos riéndose siempre.
Allí estuve, primero en la Tercera Compañía y luego dos años, con las niñas de la Quinta Compañía. Nunca, con el psicólogo del liceo, Lic. Nelson Blanco, hablé de esto, de lo que estaba aconteciendo.
Años después en la UCAB, estudiando mi maestría en Desarrollo Organizacional, comencé a entender que éramos más que cuerpo, mente y espíritu. Me hice adicto a autores como Guy Sorman, Wayne Dyer, Tricia Tunstall, Peter Drucker, Hammer & Champin, Louise Hay, José Ingenieros, la Biblia, empezando con Cony Méndez y hoy, estoy aquí haciéndome un exorcismo, descubriendo lo magnifico que son ustedes, unos espíritus exitosos.
Para entender qué pasó, y por qué lo hicimos así, habría que hacerle seguimiento a lo descrito por el filósofo y educador UCABISTA, Jesús María Aguirre SJ catedrático que en sus múltiples evaluaciones, en las cuales se comparan las conductas y situaciones en las décadas de los 60, 90 y 2000, sobre valores adquiridos por nuestra sociedad y me ubico en los años 70, con niños y niñas de hogares atados a unas valoraciones, como por ejemplo amor a los padres, amor a los estudios, respeto a los símbolos patrios, limpieza y aseo, amor a la escuela, amor a la familia, decir siempre la verdad, cuestionar el buen gusto, respeto a las leyes, respeto a la propiedad privada.
Todo ese inventario de valores, formaban arquetipos en un catálogo de especial situación que permitía lograr lo que se logró.
Ellos y nosotros los militares, prestos a mandar y obedecer, sólo el Lic. Blanco sabía perfectamente que sus muchachos iban a transitar por el camino del bien y del éxito.
El mismo San Agustín descubrió que la educación, militar o no, debe ser llenada con valores, muy superiores a lo que se supone, como por ejemplo educar para la verdad, para la sabiduría, para la libertad, para la unidad y comunión, para la trascendencia, para el amor.
Sólo se exige una mística y una sensibilidad propias del ser humano, para así explotar su potencial dinámico y viviente, lleno de energías y valores, lo que él llama Memoria Espiritual, en la que se encuentra lo bueno y lo malo, de lo razonable y no razonable, de lo verdadero y lo falso, de la bondad del amor y la maldad del desamor.
Todo esto conlleva el acompañamiento al ser humano, en su camino de la realización personal, pero siempre apostando por una proyección social, para esto requiere educadores sensibles, delicadeza, equilibrio y finura de espíritus, al fin es la calidad humana del educador y allí en esa hermosa casona, vuestro liceo, bañada a veces por la luna llena, tantos los maestros militares como civiles, eran personas impregnadas de afectos.
Organizacionalmente nos encontramos con Freud, quien nos describe conductas de “grupos” y expresa: Cuanto más comparte
un determinado grupo y con un mayor grado de “homogeneidad mental, presenta resultados de integración mental y personal.
Solo quisiera despedirme, solicitándoles que se sumerjan en el camino del futuro, que se hace ya, lucha diaria, como tener una actitud que debe saberse que está formada por una compleja serie de cualidades, tener una adicción por el riesgo, despiertos en curiosidad por aprender nuevos modelos, nuevos negocios, nuevos productos, olvidar los viejos paradigmas que incluye uno muy dañino “ver para creer” por “créalo y lo verás”.
Súmale a la vida, carente de todo, el espíritu de un gran Mariscal y al oír tu himno, sentirás que para mí es un orgullo que me hayan permitido crecer con ustedes,
Mi aprecio y mi afecto de siempre.
CA Germán Martínez
Ingeniero Mecánico, Master en Desarrollo Organizacional