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Realmente fue en Maracaibo…

Realmente fue en Maracaibo…
Plinio R. Carvajal H. – julio de 2.022

Desde niños se nos ha narrado el mito de la independencia en Carabobo, batalla decisiva y final de la Guerra de Independencia. Casi parece que después de Carabobo “vivieron felices para siempre”, pero no fue así. El Capitán General, su Estado Mayor y sus tropas tuvieron en Puerto Cabello un refugio inexpugnable desde donde abrir operaciones y la

Capitanía General continuó funcionando como representante de la monarquía española en Venezuela; hubo más de 50 cincuenta acciones armadas en ese período, es decir, la guerra continuó como si nada.

Tomás José Morales, nuevo Capitán General, lanzó una ofensiva relámpago para recuperar todo el Occidente del país. Y lo hizo. En cuestión de meses tomó Coro, Maracaibo y buena parte de los estados andinos, atacó Cúcuta, amenazó Pamplona y El Socorro, abriendo ruta hacia Bogotá, se ubicó en Maracaibo esperando refuerzos de Cuba.

En enero de 1823 llegó a Venezuela el Capitán de Navío Ángel Laborde, un competente marino, con escasos refuerzos, una fragata, una corbeta y dos mercantes, quien logró derrotar a la flotilla republicana que bloqueaba Puerto Cabello, capturando dos buques y sus tripulaciones, luego se dirige a Maracaibo a reforzar a Morales.

En este marco bélico el presidente encargado de la República, Francisco de Paula Santander, autoriza una operación de tres flancos contra Maracaibo, Gral. Mariano Montilla desde Rio Hacha, Gral. Manuel Manrique desde Gibraltar y Gral. José Prudencio Padilla, zambo, brillante marino formado en la Armada de su Majestad española, desde los Taques quien, con la escuadra llevaría la mayor responsabilidad en la operación.

El 8 de mayo, Padilla, fuerza la Barra de Maracaibo, resistiendo el fuego cruzado del Castillo de San Carlos y otras baterías, logrando pasar, incluso con bergantines, sobre aguas poco profundas. Circunstancia que obligaría a Laborde, a dejar la fragata y la corbeta, naves de mayor calado, en el golfo y combatir con buques pequeños y mercantes acondicionados, incluso, sin oficiales de marina experimentados, colocando oficiales del ejército al mando de algunos buques. Laborde insistió ante Morales para evitar la batalla, sabiéndose en inferioridad, pero Morales hizo caso omiso de sus objeciones, creando una fuerte rivalidad entre ambos oficiales. Cabe destacar que, en las guerras de independencia, ninguno de los bandos tuvo grandes navíos, sólo buques pequeños, como fragatas, muy escasas, algunas corbetas, goletas, bergantines, faluchos y flecheras.

Luego de enfrentamientos menores, el día 24 de julio, en la tarde se inicia la batalla, con viento a favor de los republicanos, que avanzaron hacia la línea realista, anclada junto a la costa, dada la menor experiencia de sus tripulaciones. El combate se desarrolló a corta distancia, a “toca penoles”, y el abordaje fue la acción principal. La habilidad de Padilla, el coraje de sus tripulaciones y su mayor preparación lograron la victoria cerca de las 18:45. La mayoría de los buques realistas fueron hundidos y los pocos que pudieron mantenerse a flote quedaron totalmente desmantelados, aunque un capitán realista voló su nave antes que verla capturada, por lo que Laborde realizó una importante labor para salvar las naves sobrevivientes en una serena pero difícil retirada.

Esta victoria determinó el fin de la Capitanía General de Venezuela, en la Capitulación firmada por Tomás José Morales, último Capitán General. Los términos fueron generosos, Morales y sus tropas recibieron compensaciones financieras, abandonaron sus cuarteles con sus banderas en alto y todas sus armas, fueron enviados a Cuba en buques españoles escoltados por naves de la República, aquellos que desearon quedarse pudieron hacerlo.

Más de 1000 soldados realistas fueron enviados a Cuba, con un número similar de civiles y cerca de 600 familias. Poco tiempo después numerosas familias abandonaron el país, desde distintas ciudades, como Caracas, Valencia, Coro, Cumaná. Se estima que cerca de 20.000 personas leales al Rey abandonaron el país entre 1810 y 1826. Serían lo que hoy llamamos “desplazados”. Eso nos recuerda la naturaleza de esta guerra, entre hermanos, unos querían permanecer fieles a su patria y a su rey, otros optaron por un nuevo gobierno, aunque todos, antes de 1.811, teníamos la misma patria.

Un dato curioso es que Laborde y Padilla fueron camaradas, ambos sirvieron al rey en el navío de línea de la Armada Real San Juan Nepomuceno antes de Trafalgar, Laborde como teniente de fragata y Padilla como contramaestre, aunque Padilla sí estuvo en Trafalgar. Laborde continuo su exitosa carrera, nombrado «Caballero de la Orden de Calos III» y «Comendador de Isabel la Católica», en 1825 se le nombró Comandante General de la Habana; en 1829 fue ascendido a jefe de escuadra. Padilla, fue senador terminó calumniado, sometido a un juicio politizado y ejecutado injustamente por Bolívar y Urdaneta, en medio de la represión durante la dictadura de Bolívar entre 1828 y 1830.

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