La revista digital de los Ex alumnos Licmilaya

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Suecia Para Una Margariteña

¡¡¡Hej!!! Así comienza cualquier conversación en Suecia. Vine por primera vez hace 37 años con Roy, mi esposo, sin tener mucha información de este país y su forma de vida… ¡no teníamos Google!, ¡ni siquiera Internet! Llegamos un 20 de Junio en 1985, y mi esposo me aclaró que llegaríamos el día de mitad de verano, que los suecos llaman Midsommar. ¡¡¡Debía traer ropa ligera veraniega, y yo como buena margariteña, traje shorts, franelas y sandalias y oh, sorpresa… ese verano la temperatura estuvo entre 15° y 20°C, que para esta ñera es frío, mucho frío!!! Las suecas en shores y sandalias o hasta descalzas, emocionadas con el sol y yo con pantalones largos y suéter.

Me sorprendió gratamente lo bien que fui acogida por la familia y amigos de Roy. Sus padres, dulces y amables, hicieron mi estadía mucho más fácil, aligerando el nostálgico anhelo de mi querida Venezuela y mi familia venezolana. Llegué a Suecia con mi hijo ya en vientre, tuvimos un niño hermoso y que con toda seguridad era nuestro, ¡¡¡fue el único bebé con cabello negro que nació en ese hospital en mucho tiempo!!! 

Que increíble experiencia dar a luz mi primer hijo en un hospital público en este país, entendí lo bien que puede funcionar un sistema de salud. Estuvimos 16 días en el hospital porque mi niño fue prematuro, y no puedo imaginarme mejor atendida. En esos años yo era considerada exótica, no era normal ver personas con mi tono de piel… Ahora, en 2022, circulo en Estocolmo como una más del aproximadamente 15% de población de inmigrantes de la ciudad.

Luego de vivir un invierno en Suecia, al año siguiente regresamos a Venezuela con nuestro bebé, y con muchas ilusiones de establecernos allá, allí nació nuestra bella hija, y con el paso del tiempo ambos hijos se vinieron a vivir en Estocolmo. Ahora, que mi hija tuvo su primer bebé, estamos viviendo la experiencia de ser abuelos. Yo soy su MorMor y Roy su MorFar. Mi nieta es una perfecta combinación de vikinga con margariteña y no usa zarcillos. En Suecia, esto puede ser considerado maltrato infantil… Oh, Dios mío. ¡¡¡una niña sin zarcillos!!!

He aprendido a querer este país, que respeta y quiere tanto sus tradiciones y aman y se enorgullecen de su gentilicio. Poseedor de una naturaleza hermosa y un transporte público extraordinario. Aquí he aprendido a valorar un minuto de tiempo después de perder muchos autobuses, trenes y botes por ese minuto de retraso. Al pisar territorio sueco me transformo en una persona puntual y organizada. Virtudes que pierdo al llegar a inmigración en Venezuela.

A pesar de muchas vueltas al patio por llegar retardada a todos lados, el LICMILAYA no logró ese cambio de conducta en mí.

Hej då 

Yadira Quijada, XIII

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