Estos dos días, tan cercanos, son fechas de celebración en América, el primero es el aniversario de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, el segundo, el aniversario de la Declaración de Independencia de Venezuela.
¿Qué tienen estos dos eventos en común?
Muchas cosas, la primera de ellas son las fechas, tan cercanas, ¿Esto es una casualidad? No, definitivamente no. Francisco de Miranda, el más distinguido y brillante venezolano de su época, a su llegada a Caracas se había convertido en el líder de la facción más radical de la política venezolana, hombre de la Revolución Francesa y combatiente de la Guerra de independencia de Estados Unidos, había asumido la dirección de la Sociedad Patriótica, devenida en club jacobino, integrada originalmente por la crema y nata de la juventud mantuana de Caracas, con Simón Bolívar, Coto Paul, Francisco Espejo, pero luego, por influencia de Miranda, incluyó, mulatos, negros libres y mujeres.
Esta sociedad, extraordinariamente activa e influyente, presionaba fuertemente a un Congreso indeciso para que declarase la Independencia de Venezuela. Miranda, mal visto por la élite conservadora de aquella Caracas, delegó en Bolívar el discurso del 4 julio, aquel discurso de “300 años no bastan…”, con la intención de que la declaración se hiciese ese día, coincidiendo con la efeméride norteamericana, pero la discusión se alargó y la declaración se pospuso para el día siguiente, el 5 de julio.
Ambos eventos fueron consecuencia de grandes conflagraciones geopolíticas.
La Guerra de los Siete Años fue el primer gran conflicto mundial de la historia, combatida en Europa, El Caribe, Norteamérica, la India y Filipinas, se saldó con la victoria de Prusia y Gran Bretaña, con un costo enorme, en vidas y recursos, pero convertida en la mayor potencia mundial, lugar que conservaría hasta fin de la II Guerra Mundial, con los imperios francés y sobre todo español reducidos a potencias de segundo orden (1756 – 1763).
Francia y España gobernadas por los Borbones, crearon el Pacto de Familia, para enfrentar a Gran Bretaña. Cuando los súbditos británicos de América inician una rebelión destinada a bajar impuestos y obtener una mayor representación en el parlamento, tanto Francia como España se aliaron a estos rebeldes y esta rebelión se transformó en guerra separatista, impulsada por radicales como Samuel Adams y el inglés Thomas Payne.
La separación de las provincias españolas de América también fue impulsada por un evento europeo de grandes proporciones, las Guerras Napoleónicas, que enfrentaron al Imperio Francés contra las grandes potencias europeas, lideradas por Gran Bretaña. En el marco de estas guerras tropas francesas invadieron España y su rey abdicó, dejando un vacío de poder aprovechado por las aristocracias americanas para buscar, autonomía y luego separación.
Ambos procesos fueron fundamentalmente civiles, procesos políticos, en los que no hubo influencia o participación militar.
Ambos fueron movimientos relativamente conservadores, no revolucionarios.
Los Estados Unidos no hicieron grandes cambios legales, sociales o económicos luego de su separación, ellos ya gozaban de un régimen de libertades inherentes a la legislación británica que garantizaba sus derechos y simplemente los conservaron, salvo el cambio de un rey allende el océano por un presidente local y la abolición de los privilegios de una aristocracia prácticamente inexistente no hubo mayores cambios.
La separación de las provincias españolas de ultramar también se inició como un proceso conservador; en la constitución venezolana de 1811 el voto era privilegio de educados y rentistas, el sistema de castas se mantenía, todo pensado para conservar la estructura económica y social de la colonia, salvo el reemplazo de la autoridad real por la autoridad de la elite aristocrática local. Esto no ocurrió como estaba previsto. La duración y dureza de la guerra, particularmente en Venezuela, primero con Boves y luego con Páez hicieron surgir un liderazgo caudillesco de personas de origen humilde que se entremezclaron con la élite mantuana sobreviviente para construir una sociedad más heterogénea.
Ambos movimientos contaron con una poderosa ayuda externa, en el caso de Estados Unidos más abierta y crucial, por parte de Francia y España, y en el caso de Venezuela más discreta pero no menos importante, por parte de Gran Bretaña.
Como vemos estas dos efemérides no sólo son cercanas en el tiempo, sino que comparten muchas características propias de los movimientos separatistas de los siglos XVIII y XIX.