La revista digital de los Ex alumnos Licmilaya

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El conjunto de gaitas fue para mí una de las experiencias más bonitas que tuve en el liceo. 

 

Cuando ascendí a quinto año, después de cuatro años con excelentes notas y promedio, mi sueño era ser primer brigadier. Pero, en dos ocasiones, ese sueño se me rompió en mil pedazos. Para una joven de dieciséis años eso fue fin de mundo. Entonces decidí que, durante ese último curso, estudiaría solo lo necesario para aprobar (por fortuna, esas notas no contaban para ingresar a la universidad) y me dedicaría a hacer lo que no había hecho antes: inscribirme en las actividades extras cátedra de mi preferencia.

 

Así comencé en el teatro (esa es una historia muy buena que también les contaré en alguna oportunidad) y en el conjunto de gaitas. Allí me hicieron una prueba y quedé como cantante del coro. No puedo describir todas las vivencias maravillosas que tuve en cada “toque”. Los lugares a los que asistimos: la Academia Militar, guarniciones y Escuelas Militares, entre otros, y por supuesto los inolvidables eventos navideños de ese año en nuestro querido Licmilaya. También conocí en ese tiempo a muchas personas encantadoras e increíbles.  

 

Pero hay una melodía que se quedó para siempre en mi corazón y en mis recuerdos, y cada vez que la escucho me transporta a una de las épocas en la que fui muy feliz y despreocupada. Esa canción se llama Silencio, la cantaba José Luis Rodríguez, y un corneta, no recuerdo su nombre, la tocaba, retumbando, con sus acordes perfectos, en todos los rincones del liceo y en cada espacio de mi memoria y de mi alma. 

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