La revista digital de los Ex alumnos Licmilaya

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¿Qué nos marcó el deporte durante la pasantía por el Liceo Militar 1965 -1970?

¿Qué tan diferente fue para otros? 

 

Hubo muchos hitos, todos importantes.

 

Salir del entorno de confort familiar para entrar a un sitio donde el calificativo de  “nuevo, subalterno, lacra, inferior” era estratégico para vejar al ser humano y acosarlo como parte del temple para la “necesaria formación del carácter” y complemento en la educación militar.

Mucha educación física como “castigo”. (Contrastante contradicción conceptual educativa)

 

Luego pasar a ser “el antiguo”, en segundo año, con poderes especiales, ¡para “desquitarse” con los nuevos! mostrar “costuras”, homologar tendencias y accionar nuevas travesuras de adolescencia. Era saborear privilegios de autoridad relativa, nueva creatividad punitiva y castigar con vueltas al patio, abdominales y flexiones a los “nuevos” de primer año.

No dejabas nunca de ser subalterno.

 

El cuerpo iba cambiando rápidamente, las hormonas estallaban con nuevos retos, descubrimientos, posibilidades y exigencias. Adolescencia en pleno: El Liceo ofrecía oportunidades para practicar intensamente cualquiera de las muchas disciplinas disponibles. El deseo de desarrollar al máximo el desempeño se iba haciendo adictivo, así como la pasión por competir y mostrar el poderío de todas las potencialidades.

 

El tercer año se mostraba con otro nivel de euforia y trabajo colectivo. Quien no portaba una “jineta” lo llamaban “clase”. La camaradería, el compañerismo y la amistad parecían confundirse en un solo lazo. En el campo la autoridad la marcaba el mejor competidor, su capitán, el entrenador y por último el árbitro. La presión la ejercía el tiempo de juego. Todos buscando la victoria.

 

Ya había “dominio de la técnica” para realizar “hazañas increíbles y alcanzar retos” en actividades deportivas complementarias como esgrima, boxeo, gimnasia, atletismo, natación, tenis de mesa, voleibol, basquetbol, béisbol y fútbol” (entre otras). El trabajo de equipo era vital.

 

Ya en tercer año, uno era un maestro certificado en flexiones, abdominales y vueltas al patio. Un umbral de dolor notablemente bien formado. La flexibilidad, velocidad, resistencia, pericia y nivel de atención eran definitivamente otros. Listos para afrontar arduo entrenamiento, riguroso, permanente y estar preparados para las competencias para representar nuestro Liceo Militar Gran Mariscal de Ayacucho.

 

Sin embargo, se podía participar en actividades ligeras como ajedrez, grupos teatrales, estudiantina, orfeón, gaitas, banda de guerra, grupos organizadores y promotores de eventos con intercambio inter institucionales. Hasta preparación como auxiliar del Capellán (creo). Esto era esencialmente para quienes no les gustaba el deporte en cantidades, ni sudar por largas horas, varias veces por semana. El Liceo lo ofrecía todo.

 

Las “vueltas al patio” y las innumerables flexiones o abdominales era suplicio para muchos y “pan comido” para el atleta. La élite se mostraba “resabiada” en otras órbitas de sobrevivencia. No era conveniente manifestar indiferencia al castigador ante la reprimenda, porque para algunos era tan solo parte del auto entrenamiento. 

 

Así pasaba el tercer año – otro nivel de madurez atlética se había alcanzado.

Quienes así lo querían, en tercer año, salían del Liceo hacia las distintas escuelas de formación militar. El gran momento hizo que el grupo se fracturara aunque seguíamos en contacto. Otros salieron del Liceo ese año, por distintas razones. (Decíamos que se habían cansado de “echar el carro”). La amistad continuaba y cada uno llevaba dentro el sentido de pertenencia y un pedazo grande de orgullo.

 

Hubo intercambios deportivos con los liceos Aplicación, Caracas, Pablo Acosta Ortiz, Andrés Bello, Fermín Toro y Pedagógico entre otros. Siempre estábamos ansiosos por competir y demostrar calidad humana con amistad y fraternidad. Las barras hicieron lo suyo manifestando el entusiasmo contagioso en cada evento deportivo dentro y fuera del Liceo. Redoblantes, granaderos, platillos y trompetas siempre presentes a todo dar. 

 

En cuarto año éramos notablemente menos en número y nuestros profesores brindaron otro nivel de confianza, calidez y acompañamiento. Eran amigos y la admiración, el respeto se hizo mutuo y elevado. El nivel de exigencia propició la oportuna bienvenida al Tte. Coronel Ramón Benigno Aguilar Sánchez en el Comando Académico, proveniente de West Point y cuyo valioso aporte elevó significativamente el nivel educativo.

 

Del mismo modo la creatividad “deportiva” de algunos trajo a nuestros predios el dominó, el Ajiley, el Truco y “Carga la burra” o “Roba pilón” como polémicas, controversiales y aceptadas actividades deportivas de mesa.

 

Quienes amamos y disfrutamos  el sano deporte en cualquiera de sus formas, compartimos tanto tiempo en el Liceo, que como si fuera poco, salíamos entusiastas los fines de semana para participar en las “caimaneras” en campos deportivos públicos y privados para probarnos y mostrar luego, durante la semana de clases, las nuevas habilidades aprendidas en el “mundo exterior”. El deporte nos hizo despiertos, eficientes y atentos en una institución que no permitió perder ni un solo día de clases.

 

Eso nos hizo buscar universidades y centros de estudios bajo el mismo criterio al salir como bachilleres.

 

Hicimos deporte en otros espacios como el Velódromo Teo Capriles, en los Telares Palo Grande, en el Comando de la GN Caricuao puesto que en el Liceo no contaba con piscinas, ni campos de fútbol ni beisbol.

 

La esgrima pasó como una actividad que se practicaba en el Velódromo Teo Capriles donde se contaba con instalaciones adecuadas.

 

La práctica de tiro se realizaba en el Polígono de Tiro de Fuerte Tiuna

Mucho “Orden abierto en carabinados” también era considerado “educación física”

 

Imposible olvidar a Héctor Thomas Profesor de Atletismo y gloria deportiva, quien por sí solo merece toda una hermosa reseña en otro espacio único. 

 

Eventualmente aparecían equipos integrantes del suramericano de Voleibol con quienes tuvimos intercambios deportivos extraordinarios por muchas horas. 

 

Salimos del Liceo Militar habiendo conocido y compartido con figuras deportivas de primera línea como el Profesor Valera (Valerita) en voleibol, con la Profesora Luisa Gisela Alvarado en basquetbol, con Oswaldo “Papelón” Borges como invitado permanente, quienes creaban espacios mágicos para compartir con oficiales de alto rango deportivo como el Mayor Rada, el Mayor Anatolio Gamboa, el Gral. Rafael Fernández Fernández y otros compañeros que siguen ocupando un espacio en nuestros corazones. 

Profesores inolvidables: Édgar Márquez Fútbol, Luis Romero Pettit Beisbol, Alex Pérez Atletismo, García Prada Gimnasia.

 

Ellos, como muchos grandes, partieron y seguramente están departiendo en otros planos que Dios les habrá dispuesto.

 

Respeto, admiración, agradecimiento y homenaje a nuestros grandes maestros y hermanos deportistas donde se encuentren. 

 

El recorrido por el Liceo Militar no fue igual para todos, pero nos permitió a muchos, en aquellos tiempos, obsequiar entusiasmo y compartir alegrías en momentos críticos a quien lo necesitaba.

 

“Una maravillosa vivencia deportiva de aquellos tiempos de la promoción XI 1965-1970”

 

 

Marco Antonio Godoy

 

Promoción XI 1965-1970

 

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